En el siglo XIX la importancia económica de la pesca de la sardina fue primordial y prueba de ello son la numerosas empresas de salazón de origen catalán que se instalaron en la línea que va desde San Lázaro hasta el Arenal, actividad que duró hasta las primeras décadas del siglo XX en 1925 cuando la sardinas comienzan a escasear y cierran todas las fábricas. A finales de ese siglo el XIX había 9 conserveras y 18 empresas de salazón. La importancia de esta actividad venía sin embargo desde tres siglos antes, en el XVI, cuando en el municipio había más de veinte barcos dedicados a la pesca de la sardina. Eran barcos de pequeño tamaño, lo suficiente para una tripulación de tres o cuatro hombres. El arte de pesca empleado era el cerco y cuando estos barcos estaban pescando, no se podía emplear ninguna otra arte a menos de media legua para no asustar a la sardina. Hubo enfrentamientos entre los pescadores de esta zona con los de Pontevedra sobre los derechos de pesca en la ría de Arosa; los pescadores se unieron el 9 de septiembre de 1554 en la Cofradía de los Gremios del mar y finalmente dichos derechos fueron concedidos a los pescadores de la Puebla del Caramiñal en detrimento de los pescadores de la Cofradía del Cuerpo Santo de Pontevedra.
A finales de ese mismo siglo, en 1593 hubo un enfrentamiento entre las compañías de cerco que se formaban de forma independiente en uno y otro asentamiento y así, los pescadores del Deán y del Caramiñal no podían actuar en las del vecino dando lugar a diversos litigios. En la actualidad quedan dos empresas conserveras en el municipio.
En cuanto a otras actividades económicas, en el siglo XVI existía una cierta implantación de la agricultura con los cultivos del trigo y el centeno y, más adelante el maíz. Además existía una interesante actividad mercantil que se desarrollaba especialmente por vía marítima al comerciar con los excedentes de la pesca y la compra de productos que escaseaban en la comarca.
En el año 1800 el municipio estaba dividido en tres jurisdicciones: Santa María la Antigua y el Xobre perteneciente al Señorío del marqués de Parga, la Puebla del Deán y Lesón pertenecientes al señorío del Deán de Santiago y Postmarcos que pertenecía al señorío del Arzobispo de Santiago. Finalmente, el 6 de octubre de 1822 ambas poblaciones, la villa del Caramiñal, y la Puebla del Deán, se unen formando la Puebla del Caramiñal.
El cierre de las empresas relacionadas de una u otra forma con la pesca de la sardina hizo que la emigración se abriese paso entre los habitantes de la comarca marchándose en 1930 cerca de 1900 personas. En ese mismo año el padrón de habitantes nos habla de unos 8600 habitantes. De ellos, 1627 hombres por 1741 mujeres que sabían leer y escribir. Por contra, el número de mujeres que eran analfabetas casi doblaba al de los hombres, 1758 por 3094. Había dos escuelas nacionales de niñas y niños, 7 fondas, dos sociedades de recreo (cine y teatro), un aserradero mecánico, varios astilleros. Tenía también cierta importancia la industria de tejedores de lana del país, lienzo y estopa ya que había 6 empresas, además de 289 molinos harineros. Existían también los cafés, casa de banca, confitería, farmacia, imprenta, hotel y fondas.
De las familias más poderosas de la época destacaremos a los Xunqueiras, emparentados y descendientes de los Soutomaior y que comienza dicho linaje en el año 1272 con don Fernán Martín de Junqueras el Viejo. Los Reyes Católicos concedieron el señorío sobre el Caramiñal a Don Esteban de Xunqueiras en agradecimiento por los servicios prestados en la conquista de Granada. Un Soutomaior, Don Gómez Pérez das Mariñas fue el que en 1543 mejora la categoría jurídica del Caramiñal nombrando en dicho acto a Juan de Dios Priego como Justicia Mayor y a Sebastián Rodríguez como escribano y en 1555 le concede el título de Villa del Caramiñal. Cinco años más tarde este mismo personaje toma la decisión de construir un templo en el Caramiñal, templo que no se terminará hasta el siglo XVII.
Destacaremos también el nombre de otras nobles familias de la época como la de los Bolaño, los Marqueses de Parga, los condes de Amarante y los marqueses de Camarasa. El señorío pasará por las manos de cada una de estas familias. El hecho de destacar el nombre de estas nobles familias, además de la ya descrita de los derechos sobre el señorío del Caramiñal es que probablemente estén emparentados de una u otra forma con mis antepasados, aunque desgraciadamente el tiempo no me ha permitido encontrar dicho nexo de unión. Destacaré también a importantes familias barbanzanas como los Ribadeneira, los Mariño, Valderrama, que construyeron el Pazo de Couto del siglo XVIII y los Romay, constructores de la Casa Grande de Aguiar en el siglo XVII.
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